Desde la Revolución Industrial, que se desencadena en la Europa del siglo XVIII, el acero y el hormigón se irguieron como los principales materiales empleados en la edificación, sobre todo de mediana y gran altura. Históricamente, uno de los roles predominantes en la construcción lo había ocupado la madera, pero lo cierto es que a partir de ese hito, su utilización ha ido disminuyendo considerablemente. Esto también sucedió en Latinoamérica, región que sufrió fuertes procesos de modernización durante el siglo XX, con el consecuente crecimiento de sus ciudades. En esta región, así como a nivel mundial, el uso predominante del acero y el hormigón en las estructuras amenaza con un serio problema medioambiental: el sector de la construcción asociado a estas materias es responsable de aproximadamente el 30-40% del gasto energético total y del 25-35% de las emisiones de CO2. Y esto se explica porque el hormigón y el acero son materiales (1) no naturales –es decir, tienen un costo energético en su elaboración, elevado sobre todo en el caso del hormigón–, (2) son no renovables –origen mineral en el caso del hormigón, y metal en el caso del acero–, y (3), tienen poca capacidad de aislación térmica –lo que lleva consecuentemente a una necesidad de calefaccionar intensamente los espacios que envuelven, sumando un nuevo costo energético a la ecuación–.
Por su parte, en ese mismo apartado, la madera cuenta con una serie de características que la ubican en una situación, desde todos los puntos de vista, comparativamente ventajosa: (1) es un material natural, puesto que es el resultado del crecimiento orgánico de los árboles. El agua, los minerales, la luz solar y el CO2 otorgan la energía a los árboles para su crecimiento. Posteriormente, el costo energético requerido para cosechar la madera –consistente principalmente en las distintas etapas de su dimensionado y traslado–, es marginal comparado con el costoso trabajo de elaborar materiales como el acero, el plástico, el zinc o el hormigón. En este mismo punto, se debe destacar que la madera almacena CO2 en su estructura celular, contenido que las hojas de los árboles absorben de la atmósfera durante el proceso de fotosíntesis (forma de alimentación que tienen las plantas). Cuando un árbol muere, ya sea por causas naturales o por incidencia humana, este CO2 es devuelto a la atmósfera en forma de un gas altamente nocivo: el metano. Sin embargo, si la madera de un árbol caído se utiliza en edificaciones, muebles u objetos de madera, el CO2 queda contenido, no regresando a la atmósfera durante la vida útil que tenga el edificio o mobiliario. (2) La madera es un material renovable, porque los árboles pueden crecer en ecosistemas que, si son bien manejados, pueden regenerarse perpetuamente. Entendiendo los ritmos de crecimiento de una determinada porción de bosque, natural o cultivado, se puede determinar su capacidad de regeneración y generación de madera, permitiéndonos cosechar sus derivados sin correr el riesgo de que se agote la fuente. (3) La madera es un excelente aislante térmico, porque sus células son malas conductoras de energía, sobre todo en el sentido transversal del tronco. De esta forma, las construcciones de madera bien diseñadas requerirán poca calefacción en invierno, y se mantendrán frescas en verano, bien aisladas del calor exterior.(4) El cuarto punto se relaciona estrechamente con el tercero (la madera como producto renovable), y con una equivocada creencia consuetudinaria. Se suele pensar que usar más madera equivale a mayores índices de deforestación. En realidad, las estadísticas que arrojan múltiples estudios realizados durante las últimas décadas muestran todo lo contrario: son aquellos países que hacen un mayor uso de la madera como material constructivo los que tienden a ser más conscientes de sus bosques; esto los lleva a cuidarlos mejor y a fomentar la reforestación. Esto tiene mucha lógica; si algo es de valor para alguien, hará un esfuerzo por conocerlo mejor para poder cuidarlo y asegurarlo. Finalmente, y para no extenderme mucho más, nombraré una última ventaja del uso de madera, especialmente destacable para la edificación de estructuras de mediana y gran altura. (5) Se trata de la óptima trabajabilidad de la madera. Para explicar este punto, tomaré una cita del libro Fundamentos del diseño y la construcción con madera (2019), del doctor en ingeniería de la madera Pablo Guindos, del Centro de Innovación en Madera UC (CIM UC):
“Dado que el material [la madera] es flexible, ligero, impregnable y fácilmente cortable y perforable, la madera tiene claramente una trabajabilidad y facilidad de prefabricación muy superior al hormigón y al acero. De hecho, una de las particularidades de la madera es la enorme cantidad de tipos de uniones estructurales, libertad de diseño, y constante evolución de sus productos. La trabajabilidad y facilidad en la prefabricación son también una de las claves que explican los tiempos de ejecución records en obras con madera” (pág. 55).
Para cerrar este breve texto, me gustaría enfatizar que cada uno de estos puntos ha sido solo mencionado y someramente descrito. Todos tienen una fundamentación en incontables estudios que se han realizado durante este y el pasado siglo. Espero, en la medida de lo posible, ir compartiendo parte de ese conocimiento a través de este y otros medios. Por el momento, recomiendo la lectura del libro de Pablo Guindos, mencionado anteriormente, que a su vez es una rica fuente para conocer otros textos que describen las distintas dimensiones de la madera.